Como señalan los libros de texto, el agua –el líquido elemento, por usar el tópico– es un compuesto de hidrógeno y oxígeno que se caracteriza por ser inodoro, insípido, incoloro y transparente cuando es puro. Y el agua es también vital –a veces, mortal– para el planeta y quienes lo pueblan.
El agua sustenta la vida, alimenta animales y plantas, es indispensable para la agricultura y la industria, puede transmitir determinadas enfermedades cuando está contaminada. El agua, en fin, es, junto al petróleo, el elemento más preciado. El más precioso, se podría decir. Con una salvedad que conviene destacar: a diferencia del petróleo, el agua no tiene sustituto. De ahí su importancia.
Si el agua es indispensable para la humanidad se trata, primero, de conservarla, y segundo, de conservarla no contaminada. Al respecto, Malin Falkenmark propone recuperar el agua verde (el de la humedad infiltrada en el suelo) como complemento del agua azul (la que se encuentra en estado líquido). Más: la autora plantea la regeneración del agua manipulada física y químicamente, la modernización de unas instalaciones de distribución repletas de fugas, el almacenamiento preventivo y la importación de aquellos alimentos que consuman un exceso de agua en su producción.
[columns size=”1/2″ last=”false”]La recuperación del agua verde es reivindicada también por Frank Rijsberman y Nadia Manning. Por su parte, Sandra Postel concibe el agua como una prioridad estratégica que exige un cambio en la forma de pensarla y gestionarla.[/columns]
En concreto, hay que mejorar la productividad del uso del agua reintroduciendo el goteo, reduciendo el consumo, eliminando las pérdidas en la distribución, fijando un precio y permitiendo el comercio.
Todo ello sin olvidar unos sistemas acuosos sobreexplotados que deben gestionarse con criterios de sostenibilidad. La cuestión del precio es tratada por un Daniel Prager que apuesta por una política de precios acorde con el coste para evitar el derroche en el consumo y asegurar una explotación eficiente por parte de la iniciativa privada interesada en el negocio. Una visión negativa, la de María Neira y Robert Bos: el índice de cobertura de agua potable en condiciones seguras sólo está al alcance del cuarenta por ciento de la población. Una visión positiva, la de Carmen Revenga: el ecosistema acuoso y la biodiversidad están garantizados si se asegura el caudal ecológico.
Más allá de la economía, surge la cuestión política. Mientras Ken Conca reivindica la democratización de la gestión del agua a través de mecanismos de resolución de conflictos, Carlos Fernández-Jáuregui impulsa una mejora en el sistema de gobernabilidad que se caracteriza por la participación de todos los actores en un régimen de transparencia, equidad y responsabilidad. Michael Totten y Patricia Zurita abogan por la regulación política del sector.
[columns size=”1/2″ last=”false”]En el ámbito de la política internacional, hablar del agua es hablar de las llamadas guerras del agua. Un mito, sostiene Aaron T. Wolf para quien no es cierto que dichas guerras sean inevitables.[/columns]
Cosa que no excluye tensiones, inestabilidad y conflictos entre Estados. Sobre todo, cuando emerge una potencia regional con vocación hegemónica. Como no podía ser otra manera, las consideraciones técnicas ocupan su lugar en el dossier. ¿Qué puede hacer la técnica para garantizar el agua necesaria? Jaime Skinner constata la importancia de las presas, destaca el papel del reciclaje, y descarta parcialmente la desalinización por culpa de un coste excesivamente alto.
Opinión distinta mantiene Pedro Arrojo Agudo, que descarta las presas y considera que la alternativa pasa por la desalación y regeneración fundamentada en la nueva tecnología de las membranas semipermeables. Algunos de los autores del dossier consideran el agua –el acceso a la misma– como un derecho humano. No andan desencaminados si consideramos que el agua es un elemento indispensable para la consecución del derecho humano que exige un nivel de vida adecuado que asegure la salud, el bienestar y la alimentación de las personas.
Hace un siglo, Mark Twain tuvo la ocurrencia de decir que “el whisky estaba para ser bebido y el agua para luchar por ella”. Hoy, la broma del escritor responde a la realidad. Una realidad sedienta –unos hombres y territorios sedientos– que necesita agua para sobrevivir.