Son muchos los centros e instituciones juveniles que durante estas fechas estivales llevan a cabo el desarrollo de campamentos de verano para los niños y adolescentes de nuestras ciudades y pueblos. En el periodo de tiempo anterior a los meses de vacaciones escolares, los monitores de las diversas entidades juveniles han ido organizando y estructurando los campamentos; los trabajos a realizar exigen muchas horas de dedicación y sacrificio, y todos ellos son de muy variada índole: animación, finanzas, relaciones y permisos, material, intendencia, sanidad, viajes y transporte del material.
Sin embargo, y a pesar de esa imperiosa necesidad de dedicarle a la preparación y organización largo tiempo, reuniones y contactos, los monitores trabajan con ilusión y alegría por esa juventud que de tantas atenciones está necesitada. Los proyectos y recuerdos se cruzan y entremezclan en sus mentes, brotan mil nuevas actividades, todas ellas igualmente atractivas y sugestivas, es el momento de darle absoluta libertad a la imaginación creadora, después ya recogerán los frutos.
Los campamentos de verano se han convertido en un elemento esencial para aquellas parejas y personas que deciden viajar sin niños a cargo. Son varias semanas donde niños y niñas disfrutan y lo pasan bien. Pero también son semanas donde los padres se relajan y disfrutan de su viaje sin estar pendiente de sus hijos e hijas.
Un encuentro con la naturaleza
Estos niños o adolescentes, que asisten a los campamentos se encuentran con algo nuevo y a veces insospechado: la Naturaleza. El mundo mágico de la tranquilidad, el silencio, la pureza y la sencillez; los espacios abiertos y naturales se ofrecen gratuitamente a monitores y chavales, dándoles así la oportunidad de conocer y respetar una Naturaleza, en ocasiones agreste, pero siempre rebosante de una vitalidad y una belleza sobrecogedoras.
Dentro de este ambiente natural un amplio abanico de posibilidades de conocimientos se abre ante sus ojos: las rocas, los ríos, las llanuras, las montañas, las estrellas… Descubrir, sentir y conocer la Naturaleza es una gran aventura, una aventura llena de emociones y alegrías.
Los chavales se maravillarán de lo que les rodea, del vuelo de los pájaros y del silencio del firmamento, pero también se darán cuenta de que ese mundo, alejado de la motorización y el asfalto de la ciudad, hay que cuidarlo y respetarlo al máximo; de este modo las futuras generaciones de campistas podrán, al igual que ellos, contemplarlo y admirarlo, participando del goce tanto físico como espiritual que proporciona el ambiente natural.
La indispensable colaboración y el trabajo en equipo
Los participantes de un campamento de verano aprenden también a colaborar entre ellos, a trabajar en equipo para poder llevar a término una actividad determinada y estudiada previamente. No sirven los protagonistas ni las acciones individuales, la buena marcha de los campamentos exige una constante colaboración entre el equipo de monitores y los muchachos.
Montar una tienda, preparar un fuego de campamento, organizar una charla para debatir un tema seleccionado, etc., son labores que precisan de la colaboración de varios miembros del campamento. No es conveniente, según las edades, que los participan tes se lo encuentren todo hecho; los adolescentes, sobre todo, dan mucho valor a las tareas que sus monitores les pueden encomendar.
Así van adquiriendo un sentido de la responsabilidad, de trabajar haciendo las cosas bien, que cara a su futuro les puede ser muy beneficioso.
En definitiva, los campamentos de verano son una formidable alternativa no solo para que los niños aprendan y se diviertan, si no que son además una opción para aquellos que tienen hijos quieran viajar solos y disfrutando lo máximo la experiencia.