Sentados ante la pantalla, al volante o sujetos a una barra en el autobús el cuerpo humano se mueve cada vez menos. Mando a distancia, e-mails, teléfono, todo favorece el olvido colectivo de un placer imprescindible para la salud física y psíquica, la del cuerpo en movimiento.
La ausencia de actividad física en gran número de trabajos dispara cardiopatías, diabetes y algunos tipos de cáncer. Pero modificar estas nuevas costumbres requiere voluntad, paciencia y constatar que es beneficioso para uno. Por eso hay que planteárselo seriamente: es para toda la vida.
Hemos dejado de hacer ejercicio físico
La mayoría de los occidentales vive sentada y realiza el mínimo esfuerzo. Todo el mundo lo sabe, todos aseguran que deberían moverse, algunos incluso se apuntan al gimnasio, pero nadie suelta el mando a distancia. ¿Por qué? La razón quizá sea que la falta de actividad física no es percibida como un problema de salud, a diferencia de otros hábitos nocivos como fumar o una dieta excesiva de alto contenido en grasa o azúcares.
Pero sí es un problema, y grave. La Organización Mundial de la Salud (OMS) afirma en las conclusiones del “Informe sobre la salud en el mundo 2002” que la inactividad física causa 1,9 millones de muertes y está detrás de entre el 15% y el 20% de los casos de cardiopatías isquémicas, diabetes y algunos tipos de cáncer. El riesgo de desarrollar una enfermedad cardiovascular es 1,5 veces mayor en personas que no realizan una mínima actividad física. Algo que podría evitarse, ya que tiene una solución aparentemente tan sencilla como moverse.
Los médicos aseguran que con media hora de ejercicio diario el problema se reduciría y se ahorrarían millones de euros. Sólo el gasto sanitario vinculado a la obesidad se come entre el 2% y el 8% del presupuesto total sanitario en los países occidentales. Pero seguimos sentados.
“La gente tendría que ser consciente de que cualquier pequeño ejercicio es beneficioso”, afirma el doctor Xavier Formiguera, jefe de la unidad de obesidad del hospital Germans Trias i Pujol de Badalona.
[blockquote align=”none” author=””]Hay que sacar más partido a la actividad cotidiana. ‘No tengo tiempo’ es la excusa que todo el mundo utiliza. Pero es falsa. Podemos hacer muchas cosas: subir escaleras, usar el transporte público o ir andando parte del trayecto al trabajo, algo que ahorra gasolina y subidas de adrenalina cuando estás en un atasco. Sólo con que gastásemos cada día 100 calorías más, al final del año supondría un par de kilos de grasa menos. Cuidado, que esto no sirve para perder peso, pero sí para evitar sumarlo y mejorar el riesgo de caer en enfermedades graves como la diabetes, las cardiovasculares, la obesidad.[/blockquote]
Un dato para pensar: se ha comprobado que los niños gastan menos calorías mirando la tele que durmiendo. Y un riesgo: los videojuegos y otros aparatos simulan una acción que tú no puedes hacer, pero que un niño puede ‘sentir’ como muy real. ¿La inactividad física es un problema puramente personal o podemos culpar al ritmo de vida actual? Fundamentalmente lo que explica el sedentarismo son las actividades para ganarse la vida. Hasta los años 50 la mitad de la población española se dedicaba a la agricultura o al pastoreo, con un gasto energético considerable.
Los trabajos se han sedentarizado, lo que ocasiona un menor gasto energético y, por tanto, menor necesidad de recuperar las calorías perdidas. A esto se añade la mayor motorización en los desplazamientos, porque se suele vivir lejos del lugar de trabajo y hay que usar transporte. A esta menor necesidad de calorías se suma que nuestra sociedad nos ofrece una variedad alimentaria sobreabundante. Tenemos menor gasto energético y mayor oferta de alimentos más baratos, con un claro resultado.
La tendencia biológica de los humanos es la gordura. La gran capacidad de reserva de energía de que disponemos ha permitido a la especie sobrevivir. Pero la naturaleza no tenía previsto que el hombre haría máquinas para no tener que realizar esfuerzos.