La mayoría de las personas cuando adquieren unas gafas de sol están realizando una elección meramente estética. Cada uno suele buscar el modelo de montura que más le favorece a la forma de su rostro, el color que le sienta bien o el que más se lleva esa temporada o cualquier otro detalle que, finalmente, no tiene relación alguna con las necesidades de la visión.
Pero las gafas de sol, además de formar parte de la indumentaria y ayudar a crear la propia imagen, deben ser consideradas como objetos funcionales que tienen una finalidad protectora de la vista en condiciones extremas. La misión de las gafas es la de reducir, por una parte, la cantidad de luz visible que incide en los ojos y, por otra, la cantidad de radiaciones ultravioletas que llegan al cristalino. Estas dos funciones protectoras implican que la persona está expuesta a flujos superiores a los habituales.
Así, en el campo, la playa, la montaña, la nieve o el mar resulta imprescindible proteger los ojos de ambas radiaciones. La no utilización de unas gafas solares adecuadas producirá un descenso temporal de la agudeza visual y el deterioro de la visión nocturna o percepción de contrastes, así como un incremento en el tiempo de recuperación al deslumbramiento. Asimismo, no está justificada la utilización de gafas de sol a partir del crepúsculo, ya que éstas reducirán la capacidad de percepción visual. Todo ello acabará afectando de una u otra manea a nuestra salud visual.
Cómo elegir unas gafas de sol adecuadas
En primer lugar, hay que distinguir entre las diferentes utilidades que pueden tener las nuevas gafas. No hay la misma intensidad de luz en la calle o en una pista de esquí, ni tampoco en la carretera. Así, antes que nada, el comprador debe decidir para qué necesita esas gafas. A partir de este punto se puede pasar ya a la elección de la montura.
El siguiente paso debe ser dirigirse a un óptico y ponerse en sus manos para que haga de ellas unos objetos funcionales que, además de bellos, sean protectores de la visión en cada caso concreto.
Al final del proceso puede parecer que las gafas no resultaron muy baratas, pero sería peor adquirirlas en la calle o en cualquier establecimiento no autorizado. La fabricación de unas lentes con el filtraje adecuado para la franja de luz ultravioleta no es barata. Además, estas lentes deben tener una curvatura correcta, un centrado específico para cada caso, que no deben ser alterables con el calor o la fuerza, lo cual exige calidad y rigor.
Así, comprar unas gafas baratísimas “puede conllevar que simplemente se trate de cristales oscurecidos y sin control de curvatura, con filtración deficiente o superficies deformadas”, señala la doctora Victoria de Rojas.
Un cristal oscurecido sin el filtro apropiado engañará la vista creando el efecto de sombra. El ojo, relajado, abrirá la pupila para permitir mayor entrada de luz, pero la falta de filtro de las gafas hará que toda la luz dañina atraviese también el cristal, penetre en el ojo lesionándolo temporal o permanentemente.
Calidad siempre es garantía de salud visual
La utilización de plástico o de cristales no tallados con finalidades ópticas favorece la distorsión de la imagen, viciando la visión. Cuando posteriormente se mira sin las gafas da la sensación de que el entorno se deforma, ya que el ojo se ha adaptado a ver la irrealidad. Esta alteración en la vista es temporal, pero el ojo tarda cada vez más tiempo en recuperar su estado inicial.
Por último, si el centrado de las gafas es incorrecto, la distancia del cristal al ojo no es constante en toda su superficie y crea un efecto de lente que va variando según la dirección en que se mira, con los mismos resultados que en el caso anterior. Por todo ello, aunque de entrada resulte más caro adquirir las gafas en un establecimiento profesional y bajo el consejo de un óptico, el resultado a largo plazo será mucho mejor y más aconsejable para la visión.