El insomnio, en sus diferentes grados, afecta a una gran parte de la población. Se calcula que la mitad de las personas que sufren problemas de sueño tiene un trastorno en su salud que les impide descansar adecuadamente. Pero la otra mitad duerme mal porque está inmersa en un mundo que nunca duerme, un mundo dominado por demasiada luz eléctrica, demasiada televisión, Internet y correo electrónico, con cambios de turnos de trabajo o con viajes constantes a través de distintas zonas horarias.
El dormir mal ya no es sólo un problema de salud, sino también un problema social. Se cree que, por término medio, los europeos y los norteamericanos duermen noventa minutos menos que sus compatriotas de hace un siglo. Perder una hora y media de sueño en un siglo significa que tenemos una deuda de sueño importante que afecta a nuestro cuerpo y a los que nos rodean: se ha demostrado que las personas que han dormido poco o mal tienen más accidentes de tráfico y laborales.
Algunos estudios han concluido que la actuación de un conductor que lleva más de un día sin dormir está igual de afectada que si hubiera superado el límite tolerado de alcohol. ¿Por qué las películas más interesantes que hay en televisión empiezan tan tarde? ¿Por qué cuando hay un apagón se produce tradicionalmente un aumento de la natalidad nueve meses más tarde? ¿Es que la única manera de que la gente se vaya a la cama pronto –aunque no sea para dormir– es que no haya televisión ni Internet?
Son preguntas que se plantean los médicos que reciben continuamente en sus consultas a pacientes cuya calidad de vida está seriamente afectada por la falta de sueño y muchas veces ni siquiera se dan cuenta.
Consecuencias de dormir mal
Las personas que padecen insomnio y no se someten a ningún tratamiento pueden presentar más riesgos de hipertensión, enfermedades cardiovasculares e infartos. También se cree, aunque todavía no se ha podido demostrar, que la falta de sueño puede aumentar las posibilidades de desarrollar diabetes y obesidad.
Uno de los descubrimientos recientes más prometedores de la neurociencia en esta área es el del “interruptor del sueño”, una especie de centro regulador del sueño que hay en la parte frontal del hipotálamo, llamado “el cerebro del cerebro”.
Estas células están activas mientras dormimos, pero no cuando estamos despiertos, y lanzan mensajes a la parte posterior del hipotálamo, donde se encuentran otras células que nos mantienen despiertos. Ese interruptor no funciona solo, sino en correlación con el reloj biológico de cada persona. Mientras dormimos, el cerebro pasa por una serie de fases siguiendo un patrón regular que si se distorsiona provoca un trastorno.
Los ronquidos, una causa para no dormir
Tener una pareja que ronca se ha considerado a veces como una circunstancia suficiente para pedir el divorcio. Las personas que duermen cada noche con una pareja con ese problema lo comprenden. Se calcula que la mitad de los hombres de más de 50 años roncan, así como una cuarta parte de las mujeres de la misma edad. Durante el día el cerebro mantiene los músculos de la garganta tensos y el paso del aire abierto. Cuando dormimos, los músculos se relajan. Las vías aéreas superiores (nariz y faringe) ofrecen más resistencia al paso del aire, que aumenta su velocidad de circulación, lo cual origina una vibración que es el ronquido.
Muchos roncadores tienen el paso del aire más pequeño de lo normal o parcialmente obstruido por el paladar. Las obstrucciones hacen las vibraciones más ruidosas. Roncar es una especie de efecto secundario al hecho de envejecer, ganar peso y perder tono muscular.
Pero también puede ser la manifestación externa de la apnea del sueño, uno de los trastornos del sueño más graves, en el que la respiración del paciente se interrumpe varias veces durante la noche. En la apnea, una comunicación errónea entre el cerebro y el sistema respiratorio deja el paso del aire completamente colapsado: la respiración se interrumpe hasta que el cerebro registra niveles bajos de oxígeno y envía al paciente la orden de despertarse.
Cómo mejorar la calidad del sueño
España es uno los países con el consumo más elevado de medicamentos para dormir, llamados hipnóticos. Los médicos, al hacer la historia clínica de los pacientes, se encuentran con que muchos de los que toman hipnóticos ni siquiera los consideran un medicamento. El consumo de estos productos se ha banalizado durante muchos años, y el problema es que crean dependencia. El uso abusivo de los hipnóticos se debe, según los expertos, a una extendida automedicación.
Si uno tiene un problema con el corazón, no le pregunta al vecino qué medicina se toma, pero cuando no puede dormir, acepta el consejo de todos. Esto es especialmente grave si se considera que el insomnio va a menudo ligado a un trastorno mayor: la depresión. Es una enfermedad que afecta en España a más de cuatro millones de personas y en la que los trastornos del sueño son uno de los criterios de diagnóstico.
La mayoría de las personas que sufren insomnio crónico al cabo de un año había desarrollado una depresión. Y viceversa, el 95% de los deprimidos también tiene insomnio. La estabilización del sueño es precisamente uno de los indicativos de mejoría en el paciente depresivo. Por eso normalmente al paciente se le administra un antidepresivo y un hipnótico. Pero todos los medicamentos de este tipo se han de tomar con todas las precauciones posibles, siempre bajo prescripción médica y sin prolongar el tratamiento más tiempo del indicado. A menudo más efectivos que los medicamentos y más inocuos (aunque no del todo) son los remedios naturales basados en plantas medicinales, así como algún tratamiento antironquidos que no requiera medicación alguna.
En las herboristerías y las farmacias hay numerosos productos que se basan en las cualidades tranquilizadoras de plantas como la valeriana, la tila, la amapola, las flores de azahar y la pasiflora. La mayoría de las plantas puede tomarse como infusión o en pastillas y gotas que contienen su principio activo.
También la aromaterapia intenta ayudar y, aunque no está demostrado que hagan dormir, las lociones y esencias de manzanilla o lavanda crean un ambiente más relajante. El remedio de la abuela de tomarse un vaso de leche caliente tiene toda su razón de ser. La leche contiene un precursor químico de la melatonina, que se considera una ayuda natural al sueño. Por cierto, la producción de melatonina comienza a decaer en la adolescencia, lo que puede explicar que los niños duerman mejor que los mayores.