El recelo, en pequeñas dosis y en el momento oportuno, nos ahorra disgustos. Pero cuando la desconfianza es enfermiza complica las relaciones de amistad, de pareja o profesionales. ¿De dónde proviene esa dificultad de creer en los demás y cómo combatirla?
“Desconfiar puede condenarnos a la soledad y al aislamiento. Sin embargo, es algo natural en las relaciones humanas. Es una emoción saludable y adaptativa que ha servido a lo largo de la evolución para estar alerta y defendernos de depredadores que nos pudieran atacar”, señalan desde psicólogos Móstoles (Madrid).
En esta clínica de psicología, que ahora cuentan con atención tanto presencial como online, disponen de la primera consulta gratuita.
De hecho, es un legado de la infancia. Por eso los niños tienen miedo a los extraños como un mecanismo habitual para permanecer a salvo cerca de sus padres. Incluso los progenitores refuerzan ese temor al exterior con advertencias como “nunca hables con desconocidos”, que deben moderarse para no sobreprotegerlos ni crearles una visión aterradora del mundo.
Cuando no son los padres, es la vida la que se encarga de transmitirnos altas dosis de inseguridad: un colega que nos traiciona, un amigo que abusa de nuestra generosidad, una pareja que nos engaña… Pero, ¿por qué hay personas que desconfían más que otras?
“Una visión desconfiada de la vida tiene su origen en una fuerte inseguridad interna, ya sea imaginaria o real, causada por un acontecimiento traumático, que genera ansiedad y malestar”, afirman desde esta clínica de psicología en Madrid.
Suelen ser personas tímidas, con baja autoestima y dudas constantes sobre sí mismas, aunque a veces aparenten arrogancia y agresividad. Emocionalmente, no saben escuchar ni comunicarse, ni tienen sentido del humor. En sus relaciones íntimas son celosos y posesivos por miedo a ser traicionados, igual que en el ámbito laboral, donde son incapaces de trabajar en equipo.
Este tipo de personas necesitan expulsar lo negativo de su responsabilidad personal y atribuírselo a los demás, lo cual convierte sus relaciones sociales en un continuo tormento de inseguridad, temores, humillación e inevitables conflictos. Necesitan controlar a los que les rodean para sentirse seguras.
Esta vigilancia constante acaba cansando a los seres queridos de su entorno y, en muchos casos, rompiendo sus relaciones personales. “Los desconfiados convierten sus sospechas en profecías autocumplidas”, dice los psicólogos. Así, por ejemplo, no sólo quieren comprobar si su pareja les es fiel, sino demostrar a toda costa que no lo es, aunque para ello tengan que construir una realidad imaginaria en la que encajen de forma artificial datos anecdóticos.
Tratar con ellos es difícil y requiere paciencia y constancia. No obstante, ellos deben esforzarse por mantener la calma y tener confianza en su intuición para poner aprueba y comprobar la buena intención y bondad de quienes les rodean. Muchas de estas personas son conscientes de su problema, y por eso deciden ellas mismas acudir al psicólogo para trata su problema y que no afecte en su día a día.