La historia de la arquitectura está salpicada de arquitectos y diseñadores que en épocas de posguerra y crisis se aferraron a las construcciones casas prefabricadas. Este sistema (cuya imagen más rudimentaria son las casetas de obra y los barracones, pero los acabados pueden llegar a ser muy elaborados) se utiliza para levantar casas a partir de piezas geométricas completas colocadas directamente sobre el suelo de la parcela.
Es lo que actualmente hacen varias empresas en España. Ahora que construir una vivienda puede alcanzar precios astronómicos y que el proceso a menudo se alarga, optar por una casa prefabricada a medida es una gran solución. Se trata de un sistema que presenta grandes ventajas.
Ventajas de una casa prefabricada
La primera, el precio. Aunque éste varía mucho en función de las peticiones y necesidades de cada persona y de los acabados, una vivienda modular puede resultar bastante barata. Unos 100 m2 sin decoración podrían costar 70.000 euros, y unos 75m2 amueblados, unos 150.000. La razón es que su instalación necesita menos mano de obra, ya que el método de construcción de los módulos es rápido, sencillo e industrial; las distintas partes de la casa se producen en serie, lo que abarata costes y facilita el proceso.
En tan sólo unos días se puede terminar la casa, incluyendo la instalación de luz, fontanería y aire acondicionado. Y este es precisamente la segunda gran ventaja, la rapidez de construcción y el poder tener tu hogar en tan solo unos meses. De hecho, las casas prefabricadas son una buena alternativa para aquellos que necesiten una residencia con urgencia.
Una tercera razón para comprar una casa prefabricada es la flexibilidad del sistema; y es que dentro de un abanico de diferentes “módulos” y varios acabados, cada cliente puede hacer su espacio a medida, diferente de cualquier otro. La combinación de piezas y su polivalencia hacen que cada uno se construya la casa que quiere, pudiendo elegir dónde colocar las ventanas, aumentar o disminuir la superficie, añadir un piso, dos…. El lugar puede, además, crecer al ritmo de la familia.
A menudo, cuando una pareja joven tiene un hijo, busca otro piso más grande. Este sistema permite poner más “módulos”, y por tanto aumentar el espacio inicial. Pero también cambiar su estructura si se quiere y se necesita. Al fin y al cabo, tanto la arquitectura como el interiorismo deberían adaptarse al cliente, no al revés.
Muchas de las casas prefabricadas incluyen un chasis de metal y madera, y su combinación crea una estructura soldada de acero reticular que es prácticamente indeformable. Para que se deforme una casa prefabricada tendría que recibir un impacto de tal fuerza que dejaría una vivienda tradicional reducida a escombros. Además, los materiales de la fachada permiten el aislamiento tanto término como acústico.
Lo que está claro es que las construcciones modulares prefabricadas son recurrentes; muchos arquitectos han coqueteado con ellas desde el primer tercio del siglo XX, casi siempre en respuesta a la escasez de materiales y a épocas de crisis. Como primer ejemplo, se puede nombrar a Jean Prouvé (1901-1984), un herrero, constructor y fabricante francés cuya arquitectura, aprendida de forma autodidacta, se basa en la investigación de materiales y la utilización de paneles de chapa de acero, hasta que la falta de este material por la ocupación alemana le hizo optar por la madera y el aluminio.