Un profundo divorcio entre estética y utilidad caracteriza la historia del zapato. Obviando la comodidad, a lo largo de las distintas épocas se han diseñado auténticos instrumentos de tortura que, a modo de bota malaya, han deformado y martirizado nuestros pies. Hoy día, la creciente preocupación por la salud tiende a corregir esta circunstancia, donde han nacido tiendas y sitios web donde poder comprar un calzado adecuado. Por ejemplo, puedes mirar la-ortopedia donde se dispone de una gran variedad de calzado ortopédico.
Según los especialistas, el tacón es menos frecuente en la vida diaria, y los zapatos estrechos y puntiagudos están dando paso, incluso con carácter de moda, a otras opciones de calzado más fisiológicas, pensando en la comodidad del día a día y para aguantar toda una jornada laboral sin que afecte a nuestra salud.
Ahora bien, el uso del tacón alto, considerado socialmente como un símbolo de la elegancia femenina, sigue disfrutando del aprecio de un amplio sector de hombres y mujeres, además de ser un motivo de polémica entre especialistas. La creencia más generalizada es que deforma los pies, produce frecuentes metatarsálgias y en algunos casos lordosis lumbar o arqueo de la espalda, pero recientes estudios realizados en Francia sostienen que el uso frecuente de tacón alto acaba por agrandar la pantorrilla y desplazarla hacia arriba. Por supuesto, el tacón no es el calzado más adecuado para afrontar una larga jornada laboral.
La polémica en torno al tacón y las consecuencias que su uso puede tener sobre la anatomía de la mujer, junto al error frecuente de colocar botas rígidas a los niños cuando éstos comienzan a caminar o la facilidad con que elegimos zapatos sin contar con nuestros pies mantienen vigente la pregunta de si nuestro calzado de seres civilizados está concebido racionalmente.
La naturaleza ha diseñado nuestros pies como órganos de soporte, de carga, y no existe diseño artificial alguno, a pesar de los progresos técnicos, capaz de competir en duración, flexibilidad y resistencia con el pie humano. Lo que la naturaleza no podía prever son las alteraciones que se iban a producir al introducirse el calzado, primero como elemento de protección, y más tarde como signo de distinción o atributo de elegancia sometido a los vaivenes de la moda.
Lejos de ser un órgano secundario, el pie humano es un aparato muy perfeccionado. Dotado de un complejo esqueleto, con sus veintiocho huesos y sus veintisiete articulaciones cumple una función esencial puesto que es el soporte del andar y de la posición en pie.
Es también el depósito capaz de almacenar y restituir después la energía cinética de la andadura, de la carrera y del salto. La estructura flexible y elástica del pie no sólo le permite adaptarse perfectamente a las desigualdades del suelo, sino que el pie necesita caminar por terrenos irregulares para desarrollar todos sus músculos y formar el arco necesario para que el pie no quede plano.
En el pie juegan tres tipos de estructuras: los huesos, sujetos por potentes ligamentos y accionados por grupos musculares y dos tipos de articulaciones: las del movimiento, compuestas por el tobillo y las metarsofalanges, y las de amortiguación, para caminar por terrenos irregulares. Un adecuado calzado garantiza la sintonía de las tres estructuras.
Tipos de calzados
Existen tres tipos de calzado: el calzado fisiológico, el profiláctico y el calzado ortopédico. La primera norma que el calzado fisiológico o calzado ideal debe respetar es dejar libres las dos grandes articulaciones de movimiento del pie, la del tobillo y la metatarso-falángica, que es la de los dedos y sirve para caminar. – Y todos los especialistas consideran un error colocar botas rígidas a los niños cuando éstos comienzan a caminar.
Por otro lado, un zapato totalmente plano tampoco es correcto porque un poco de tacón ayuda a buscarla posición neutra de una articulación. Los especialistas coinciden en admitir que las fuerzas del cuerpo pesan preferentemente sobre la parte posterior, lo que aporta una justificación médica a la extendida práctica de levantar, al menos un centímetro, la parte trasera de los zapatos, y mejorar con ello el reparto de las presiones entre las partes anterior y posterior del pie.
Diseñado especialmente para corregir alteraciones en el pie o las rodillas, el zapato profiláctico es muy adecuado para aquellas personas con tendencia a caminar hacia afuera, en las que lo adecuado es colocarles el llamado tacón Thomas, que induce al zapato a meterse hacia dentro. Otro caso frecuente de alteración de la marcha fisiológica normal es la anteversión femoral aumentada, que se observa en niños que han dormido largo tiempo boca abajo y tiende, en general a sentarse formando una uve doble.
Son casos en que lo conveniente es colocar zapatos de horma recta durante un tiempo. Si en todos estos casos el zapato cumple un papel corrector en el desarrollo de una marcha fisiológica anormal, hay momentos en que el papel que el calzado juega es el de suplir la forma del pie, realizar su función o compensar su asimetría. Porque un pie enfermo, que produce una clara alteración de la marcha, y que con el tiempo puede llegar a provocar lesiones en cadera o en la columna vertebral, necesita ya de un calzado ortopédico.
Los grandes avances en el estudio de las patologías del pie y los progresos de la biomecánica han producido una auténtica revolución en el campo de la concepción de muchas órtesis y prótesis, con las que se puede atender a cualquier tipo de enfermo. Pero, si las sociedades industrializadas han sido capaces de generar sofisticados materiales para corregir nuestros pies, y las malformaciones de nacimiento tienden, en general, a desaparecer, el dolor en los pies y las incomodidades al caminar siguen afectando a gran parte de la población española, especial mente a las mujeres, cuyo calzado ha sido siempre concebido anteponiendo la estética y la fisiología.
El ejercicio de caminar, tan recomendable para la salud, es muy agradable y más sencillo si elegimos con la cabeza los zapatos que requieren nuestros pies.